Durante esta última semana tuve la oportunidad de viajar, de conocer a gente interesante y generosa, de mantener buenas conversaciones, y escuchar historias poderosas sobre el tema de la identidad.
Mi identidad, por ejemplo, es probablemente típica de los tiempos que vivimos: nací en Guatemala, crecí en los Estados Unidos, regresé a mi país, y volví a irme a los veintitantos. Me educaron según la fe católica, pero tenía a un científico de padre, y mi espiritualidad adquirió otras dimensiones cuando comencé a viajar.
Estudié algo de negocios y marketing, así como antropología social e historia en la universidad. Conseguí un trabajo en el mundo de las aerolíneas, y 26 años más tarde, pude desarrollar una carrera profesional gratificante. Gracias al trabajo duro y a personas que se preocuparon de mi crecimiento, tuve la oportunidad de vivir y trabajar en 5 países distintos, y de viajar a más de 35 localidades en todo el mundo liderando una diversidad de proyectos.
Durante los últimos 13 años he residido en España, concretamente, en la isla de Mallorca. A pesar de ser el sitio donde más tiempo he vivido, salvo Guatemala, todo el mundo aquí me percibe como un extranjero. Cuando vuelvo a mi país de origen la familia y los amigos confirman que ya no exhibo algunas de las idiosincrasias locales.
En base a mi forma de vestir, de hablar, de comportarme, así como en la clase de comida y bebida que disfruto, a las personas no se les hace fácil determinar de donde provengo, mucho menos, quien soy. Así que trato de describir mi identidad en los siguientes términos: se basa en los valores básicos de mi familia, y un poco de cada cultura en donde he sido acogido. Se distingue por los gustos y preferencias que he desarrollado a lo largo de visitar el mundo y de conocer su gente, hasta la fecha.
Pero el concepto de identidad trasciende lo individual: hay tantas identidades colectivas coexistiendo al mismo tiempo, que se hace difícil poder observarlas, compararlas y adoptarlas, a pesar del flujo constante, en tiempo real, de información que manejamos dentro de la comunicación social. Esas identidades se hacen más claras cuando observamos, por ejemplo, los acontecimientos recientes a nivel geopolítico, o cuando somos testigos de la última crisis en la aviación comercial.
Entre las comunidades, territorios, y estados, tengo la sensación de que estos años de crisis económica están provocando cambios en nuestras identidades. Me doy cuenta de que la gente esta cansada, y ya no confía en los modelos establecidos que gobiernan nuestra forma de hacer política, de gestionar las finanzas, de administrar los marcos profesionales y culturales. La gente quiere, y seguramente impulsará, cambios significativos en todas esas estructuras. Yo quiero ser parte de ese proceso (de hecho, seremos actores, queramos o no).
Quiero participar en el cambio de cómo se forman, desarrollan y comportan los líderes, y en como aportan valor a sus distintos grupos de interés. Esto tiene el potencial de crear nuevas formas de hacer empresas, en las que intervienen más claramente las comunidades, desarrollando puestos de trabajo más gratificantes y que a su vez cuidan mejor de nuestro medio ambiente.
Teniendo en cuenta mi pasado de trotamundos, estoy dispuesto a conversar con todas las personas de ideas afines en cualquier parte del planeta. Pero debo confesar desde ya, que en mi mente y corazón hay un sitio especial para la isla de Mallorca.
Puedo intuir aquí muchas oportunidades para impulsar estos cambios y crear valor: apoyando la labor de empresarios y emprendedores, ayudando a las personas a que desarrollen nuevas habilidades para acceder a los puestos de trabajo creados por estos negocios, y vinculando a otros colectivos a través de alianzas que multipliquen los efectos positivos sin descuidar al territorio, las tradiciones y la innovación que necesitamos para sostener nuestro trozo del mundo.
Lo entiendo, lo escucho, y estoy dispuesto a trabajar duro para ello: la gente quiere, demanda, nuevos estilos de liderazgo, de comunicación, de gestión de las relaciones con las demás personas y de si mismos, y quieren conseguirlo equilibrando la salud, la familia, los amigos y el ocio, que deben ser más accesibles y no considerados un artículo de lujo destinado para unos pocos que poseen riqueza material.
Este puede ser un buen año para nuestras identidades: la mía, la tuya, la de ellos, y la nuestra!
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